nebulosa calma en la habitación
un diamante en el pecho
acomodándose, rompiendo vértebras
el diafragma se expande buscando cobijo.
tiran de la piel atravesada garfios y las escápulas ceden.
y el sol difumina y reparte penas
entre las motas de polvo, el aire
cede maneras al cuerpo, que se resigna a darse por muerto,
a escribir
en las paredes ombligos y en el curso, a suspender.
reir, cerrar los ojos. temblar.
correr descosido hasta el hambre, sin fuerzas.
casi sin ganas.
parpadeante delirio.
sobrenatural.
era el suplicio un hombre desencaminado.
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