La
gente dependiente no sabe dónde ocultarse,
ni la
soledad los aguanta.
Los
pájaros más débiles siempre están solos
y por
eso vuelan juntos a buscar no se qué esperanza.
Son
maltratados por el tiempo de la felicidad,
quedándose
en su casa de adobe y mentira,
mirando
por la ventana la vida que se les escapa.
La
gente dependiente es como una ardilla esperando el otoño.
No se
saben atar los zapatos.
No
corren cuando el tiempo apremia.
Vacilan
ante la solución.
La
gente dependiente muestra sus flaquezas
al
ritmo de la meteorología:
si hace
frío bailan envueltos en frío,
si
llueve, la lluvia los moja,
si el
sol los ilumina, sudan miel
para
que otros beban,
la
gente dependiente es un continuo
vaso
comunicante de miserias.
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